El Comienzo de la Marcha
El comienzo es el ingrediente principal de todo esfuerzo humano. “El comienzo es más que la mitad del todo”, ha dicho Aristóteles. Así que en esta carta continúo con el relato de la primera familia que evangelicé personalmente, allá en Maracay por el año 1976. Como ya te lo escribí antes, Dios me estaba utilizando desde el púlpito y me encaminaba ser un evangelista de campañas masivas. Pero yo no tenía paz al seguir en aquella dirección. Buscando en mi mente, por aquellos años, en un artículo que escribió en el Luminar Bautista, el siempre bien recordado J.J Corti, él hizo esta sentencia: “Los grandes evangelistas no llenaran nuestros templos” Del mismo modo, en mi viaje de graduación a Maracaibo en 1975, en la librería “La Estrella de la Mañana” adquirí el librito, pequeño en páginas pero grande en contenido, “Desafío a la Evangelización” de Kenneth Strachan. Allí, este conocido hombre de Dios impulsor de ese gran movimiento llamado Evangelismo a Fondo, dice que después de leer los libros que podía, hacer algunas visitas, observar, preguntar, llegó a una conclusión. Descubrió que la doctrina en sí nada tenia que ver con la expansión de un movimiento, que la forma del culto, tampoco; que la forma de gobierno tampoco; que la preparación ministerial, con perdón de los profesores de institutos y seminarios, tampoco. Había solamente una causa, sólo una que explicaba esa expansión rápida. No era la doctrina, no era la forma de gobierno, no eran los métodos en sí, no era el personal dirigente, no era el dinero que tuviera la organización y que gastara en propaganda, no era su énfasis particular: una sola cosa explicaba el crecimiento de los movimientos que él había estudiado los tres movimientos de rápido crecimiento en esos años en América Latina, los cuales eran: el comunismo, los testigos de Jehová y el movimiento pentecostal. Kenneth Strachan había llegado a la conclusión de que una sola cosa explicaba el crecimiento de cualquier movimiento. Lo cual redujo en una frase que actualmente es conocido con el teorema que lleva su nombre, el cual es el siguiente: “Que la expansión de cualquier movimiento está en proporción directa al éxito obtenido en movilizar y desplegar a su total membresía en propaganda continua de su fe.”
Es, pues, movilizar al pueblo en una forma continua que ore, evangelice y discipule en una forma eficiente que producirá el crecimiento que la obra ha estado esperando. Los demás elementos pueden ser importantes, pero nada ni nadie podrá detener a un pueblo con una sola visión y pasión. En nuestro caso, la visión y pasión evangelizadora. El evangelio que nos ha hecho tanto bien a cuantos los hemos puesto en práctica, no pueden ser malo para nuestra nación y el mundo entero.
¿Cómo movilizar a la gente? Este otro atolladero me sería respondido como vencerlo en forma extraordinaria, cuando la Convención me envió a participar en una estrategia misionera brasilera llamada: Operación Transtotal. Por cierto, yo no era el escogido para ir, pero dos de los amados invitados primeramente, no pudieron viajar y yo fui. Ese diciembre de 1975 y ese evento estaban planificados, perdóname lo personalista, para mí. Desde el primer momento supe que Dios me había hablado por medio de aquella circunstancia, era posible movilizar a un grupo de hermanos para que fueran e hicieran un impacto en una determinada área. Claro los hermanos brasileros había movilizados a una gran parte de sus 250 misioneros nacionales que tenían para aquella época. Todos eran egresados de instituciones académicas o por lo menos, estudiantes del último año de los distintos seminarios. Sin embargo, el estilo de los amados era el de predicaciones y el entregar tratados. Retorné del viaje el día 23 de diciembre pero sabía que Dios nos permitiría tener una Operación Transtotal a la venezolana.
¿De que depende, pues, la eficacia de una estrategia de crecimiento? Dos cosas, estaban bien claras. Tendríamos que hacer un evento para entrenar a nuestra gente, poner en práctica lo aprendido inmediatamente yendo a buscar a los perdidos sin Cristo, y después, lograr que los capacitados, se mantuvieran orando, evangelizando y discipulando todo el tiempo. Pero, ¿de donde saldrían estos obreros que necesitábamos? Este era el otro punto débil al cual tendría que hacer frente. La respuesta me llegó a través de la familia Rodríguez Molero, es decir, aquella primera familia de la cual te conté en mi carta anterior.
El hermano Luis Rodríguez, me comunicó en uno de aquellos encuentros discipulares, de paso, yo iba todos los días a discipularlos, que toda la familia viajarían a Maracaibo, de donde Cándida, la esposa era oriunda. Yo sabía que esos días festivos estaban muy próximos y entonces hice algo que yo mismo me extrañé cuando me lo oí: ¡los desafié a que se preparan porque ellos iban a ese viaje como misioneros, esto significaba que tendrían que evangelizar a sus familiares! Me aceptaron el reto. Los adiestré con el folleto de las cuatro leyes espirituales. Todavía me acuerdo cuando nos despedimos en el hogar de ellos. Me sentía como el padre que tiene que dejar a su propios niños en manos extrañas. Mary y yo, oramos mucho por ellos. Ni el compromiso de los servicios de semana santa, ni los bautismos que celebraría el domingo de resurrección, me impidieron olvidarme de mis amados discípulos. Así llegó el lunes en que ellos retornaron del viaje. El martes en la mañana, no habría ninguna cita para mi tan especial como aquella con la familia Rodríguez. “¡Siéntese pastor para que no se caiga con lo que le vamos a contar!” _Habló, Cándida. Con ese acento tan característico de los zulianos. Así lo hice: Con voz serena, el hermano Luis Rodríguez me contó su viaje, de la manera como la familia los había recibido y de cómo ellos sin perder tiempo, les testificaron a todos los que pudieron. Resultados: ¡trece personas recibieron al Señor!...
Así comenzamos. Algo me decía en lo profundo de mi ser que la Marcha Evangelizadora sería ante todo, un movimiento de laicos. Pensé en esos días: que el Señor no quería que un solo evangelista fuera la estrella de nuestro cielo denominacional; sino que Él, en Su gracia, levantaría a hombres, mujeres y jóvenes, en gran calidad y cantidad para que la luz del evangelio, iluminara nuestra patria y al mundo. Marcharían como un ejército en orden y con una sola consigna: ¡Cristo, mi pasión y triunfo. Con Él, todo. Sin Él nada! Tal vez, mucho de ellos, nunca recibirían reconocimiento en esta tierra; pero sus nombres están escritos en donde jamás serán ignorados y borrados. ¡Alabado sea el Comandante de la Marcha Evangelizadora: el Señor Jesucristo!
Bueno, mi amado discípulo, nos vemos, Dios mediante, en el Entrenamiento en Venezuela.
Abrazo.
Francisco Aular
Ps. Encabezo esta carta con una fotografía en donde estoy con el siempre y bien recordado pastor: Joel Cruz Martínez, en ocasión de la Primera Marcha Evangelizadora de Fort Lauderdale, en Floridad en 1997, tres años después en el año 2000, nuestro hermano Joel Cruz Martínez, se nos adelantó en la Marcha en el cielo. ¡Hacia ya vamos!
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